sábado, 19 de julio de 2025

CAMBIO DE PIEL EN MORENA


 

Por; 𝒢𝒶𝓈𝓉𝒶𝓃𝒹𝑜 𝒯𝒾𝓃𝓉𝒶


Dicen que en política nada es casualidad. Pero cuando en menos de una semana dos figuras de peso dentro de Morena se deslindan de responsabilidades estratégicas —una verdadera y otra no tanto— lo que parece coincidencia comienza a oler a maniobra.


Primero, la renuncia confirmada de Ricardo Monreal al Consejo Nacional de Morena, disfrazada de “compromiso familiar”. Luego, la falsa carta que circuló en redes sociales anunciando que Adán Augusto López dejaba la coordinación del Grupo Parlamentario en el Senado… rápidamente desmentida por el senador Juan Carlos Loera, quien calificó la noticia como un intento más de la oposición por agitar aguas turbias.

Hasta ahí, todo bien. Pero la narrativa no cierra tan fácil.


Porque aunque la carta de Adán sea falsa, su silencio y sus movimientos sí son reales. Lo mismo con Monreal, que aunque siempre ha sido un animal político que se repliega para reacomodarse, esta vez su retirada tiene sabor a fin de ciclo. Ambos, protagonistas de la transición obradorista, hoy parecen figuras en revisión.


Y mientras eso ocurre, un escándalo se cuela por debajo de la puerta: el presunto suicidio de un ex secretario de Gobierno de Adán Augusto López Hernández, señalado por delitos graves: huachicoleo, corrupción, lavado de dinero y tráfico de influencias. Un hombre que habría huido a Panamá para evadir la justicia y que, según versiones extraoficiales, decidió quitarse la vida.


El dato es espinoso, y aunque no ha sido confirmado oficialmente, pone un foco rojo sobre la vieja estructura que acompañó a varios ex gobernadores y aspirantes presidenciales. ¿Fuego amigo? ¿Daño colateral? ¿Purga anticipada?


Morena atraviesa un momento de reacomodo, no solo de nombres, sino de métodos. Y más claro no puede estar: quienes no se alineen con la filosofía original del movimiento, con sus causas fundacionales y el mandato de las bases, serán descartados de cualquier compromiso político.


Se acabó el tiempo de los simuladores y de los oportunistas que hoy intentan colocarse desde la comodidad de una oficina, con apellidos reciclados y redes de nepotismo disfrazadas de “nuevos liderazgos”. Pequeños virreyes que ya levantan la mano para cargos públicos, olvidando que Morena nació para poner primero al pueblo, no para perpetuar privilegios con nuevos colores.


Y sí, los que viajan en aviones privados, rodeados de camionetas blindadas, con asesores de lujo y contacto cero con el territorio… ya están descartados. Esa élite disfrazada de pueblo ya no tiene cabida.


Porque el movimiento demanda trabajo real, congruencia, arraigo y calle. El que no tenga estructura propia, el que no conecte con las comunidades, el que no escuche a la gente, no entra al siguiente capítulo.


Varios legisladores y viejos cuadros lo saben: sus colas políticas —algunas largas y bien documentadas— les pesan más que cualquier mérito de campaña. Y en el nuevo ajedrez morenista, eso los convierte en piezas sacrificables.


Lo que está pasando no es casualidad. Es un cambio de piel, incómodo para muchos, necesario para otros. Porque los que vendrán no serán los más escandalosos ni los más visibles, sino los que hayan hecho trabajo auténtico, sostenido, en la calle, con la gente.


Y así se están moviendo las piezas. No por voluntad propia, sino por una fuerza mayor que reordena el tablero, baraja de nuevo las cartas y se prepara para una nueva etapa… donde el “yo” político ya no basta, y donde el “nosotros” se impone como consigna de poder o de exilio.


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