En la política nacional hay anuncios que suenan a fanfarria vacía y hay otros que, aunque silenciosos, son síntomas de algo más profundo. El despliegue del Banco del Bienestar en Tamaulipas no está diseñado para titulares espectaculares, pero sí está reconfigurando, ladrillo a ladrillo, el acceso al poder económico de quienes nunca lo tuvieron.
Con la operación territorial del delegado federal en Tamaulipas el profesor Luis Lauro Reyes Rodríguez, se ha convertido en uno de los engranajes más eficientes de este gran andamiaje federal. Decenas de sucursales ya no son edificios de concreto: son pequeñas revoluciones que cortan de tajo la dependencia de intermediarios, gestores, coyotes y usureros de siempre.
Aquí no hay gala. Lo que hay son señoras que antes recorrían kilómetros para cobrar su pensión, jóvenes que ya no tienen que pagar por acceder a una beca, comunidades que por primera vez ven el rostro institucional del Estado en sus plazas, no en oficinas lejanas.
El discurso de Reyes Rodríguez es sencillo pero certero: “El Banco del Bienestar no es solo un banco”. Y tiene razón. Es una jugada estratégica que acerca al gobierno a su gente, pero también aleja al oportunista que antes vivía del trámite, del contacto o de la promesa rota.
No es casual que este modelo avance en sincronía con la visión de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, que ha insistido en una transformación de carne y hueso, no solo de narrativa. Porque cuando el dinero llega directo, la dignidad se restaura. Y eso no lo logra una tarjeta: lo logra un sistema que por fin se digna a mirar abajo.
Tamaulipas, con todas sus heridas, empieza a mostrar otra cara. No una de espectáculo político ni de simulación mediática, sino una donde la justicia social huele a tierra húmeda y a recibo de apoyo bancario sin comisiones.
¿Transformación? Sí. Pero no de las que se gritan en mítines. De las que se sienten cuando la señora del ejido ya no le fía al del camión porque ya cobró su pensión.
Y eso, estimado lector, también es hacer política… con los pies en la tierra y el corazón en el pueblo.
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