Por: 𝒢𝒶𝓈𝓉𝒶𝓃𝒹𝑜 𝒯𝒾𝓃𝓉𝒶
En Palacio Nacional ya no se habla en voz alta, pero sí con claridad. La sacudida del árbol sexenal comenzó antes de lo previsto y el mensaje es inequívoco: se acabó el tiempo de la simulación. Bajo el mando de Claudia Sheinbaum, la política dejó de ser un ejercicio retórico para convertirse en una evaluación estricta de resultados. Quien no entrega, estorba.
Por eso no sorprende que, de la lista que circula entre pasillos y escritorios clave, el nombre de Mario Delgado Carrillo aparezca marcado con insistencia. Secretario de Educación y exdirigente de MORENA, hoy es señalado como uno de los perfiles peor evaluados del gabinete. La versión que corre es directa: su salida ya está decidida. ¿El motivo? Ineficiencia. Lo demás —su historial político y las sombras del pasado— solo agravan el expediente.
Aquí no hay ajustes por vendetta ni pases de factura. Hay una presidenta que exige método, capacidad y resultados medibles. En esta nueva lógica, la lealtad sin eficacia no alcanza. Y mientras algunos aún creen que la política se sostiene con discursos, en Palacio ya entendieron que el poder real se ejerce limpiando la casa. Quien no lo entienda, quedará fuera.

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