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Hay silencios que no son prudencia, sino mensaje. El de Caracas frente al anuncio casi anecd贸tico de Donald Trump sobre un presunto ataque terrestre en Venezuela pertenece a esa categor铆a inc贸moda donde la omisi贸n dice m谩s que cualquier discurso inflamado en cadena nacional.
Trump habl贸 como quien comenta el clima: una instalaci贸n destruida, barcos de droga que ya no zarpar谩n, misi贸n cumplida. Del otro lado, el chavismo opt贸 por el mutismo. Ni desmentido, ni condena solemne, ni el libreto habitual de agresi贸n imperial. Nada. Y en pol铆tica internacional, el “nada” rara vez es casual.
El episodio, supuestamente ocurrido en Nochebuena, pas贸 de largo en el fr谩gil ecosistema medi谩tico venezolano, donde las malas noticias se administran con cuentagotas y las peores simplemente se ignoran. El que habr铆a sido el primer ataque terrestre directo de Washington en territorio venezolano se diluy贸 como si no hubiera existido. Pero existi贸, al menos en el relato del poder estadounidense, y eso basta para alterar el tablero.
Desde agosto, el conflicto entre ambos pa铆ses ha avanzado por capas, como una cebolla geopol铆tica. Primero el despliegue naval en el Caribe; luego la destrucci贸n de supuestas narcolanchas; despu茅s los sobrevuelos intimidantes que obligaron a la aviaci贸n comercial a esquivar el espacio a茅reo venezolano; m谩s tarde, la incautaci贸n de buques petroleros para asfixiar financieramente al r茅gimen. Ahora, el rumor —confirmado a medias— de botas sobre el terreno.
Lo curioso es que cuando las operaciones se limitaron al mar, Caracas reaccion贸 tarde pero reaccion贸. Hubo discursos, denuncias, incluso una bandera pol铆tica construida sobre los muertos en alta mar y una ley para abandonar el Estatuto de Roma, reprochando la pasividad de la Corte Penal Internacional. Pero ante la posibilidad de un ataque en tierra firme, justo el escenario que justificar铆a el estado de excepci贸n aprobado por Maduro en octubre, el Gobierno baj贸 el volumen a cero.
The New York Times puso nombre a lo que hasta entonces era susurro: la “fase dos” de la estrategia de Trump, con operaciones terrestres y unidades de 茅lite como la Delta Force. Altos funcionarios estadounidenses respaldaron la versi贸n del ataque a una instalaci贸n de narcotr谩fico, aunque sin detalles. Informaci贸n dosificada, mensaje claro.
El mapa del narcotr谩fico venezolano tampoco ayuda a despejar dudas. Zulia y Apure concentran los principales enclaves, con presencia del ELN y control territorial efectivo en algunas zonas. El oriente del pa铆s, se帽alado por Washington, es m谩s bien un corredor de salida hacia el Caribe. ¿Error de inteligencia o advertencia simb贸lica? Ambas opciones inquietan.
Si el ataque ocurri贸, el silencio de Maduro puede leerse como contenci贸n estrat茅gica: reconocerlo implicar铆a activar un estado de conmoci贸n exterior, restringir garant铆as constitucionales y desplegar masivamente a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Tambi茅n obligar铆a a pasar del discurso a la acci贸n en esa “lucha armada” tantas veces invocada y pocas veces probada.
Mientras tanto, el chavismo sigue afinando su arquitectura defensiva: la fusi贸n popular-policial-militar, el entrenamiento de civiles, la exhibici贸n de una reserva de millones de milicianos que mezclan funciones armadas con vigilancia social. Un Estado en guardia permanente, aunque hoy prefiera mirar al techo y silbar.
Trump lanza frases como misiles ret贸ricos; Maduro responde con un silencio denso, casi t谩ctico. Entre ambos, la regi贸n observa. Porque cuando el primer ataque “pasa inadvertido”, lo realmente preocupante no es lo que se dijo, sino lo que a煤n no se ha dicho… ni hecho.

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