En Reynosa, una de las fronteras más sensibles y estratégicas de Tamaulipas, el Gobierno de México volvió a mostrar que la política pública no se mide solo en cifras, sino en cercanía, compromiso y presencia real con la gente. Ahí, donde el tránsito humano es constante y las historias de migración se cruzan todos los días, el delegado de los Programas para el Bienestar, Luis Lauro Reyes Rodríguez, encabezó una jornada marcada por el reconocimiento, la memoria y el humanismo.
A nombre de la secretaria de Bienestar, la arquitecta Ariadna Montiel Reyes, se entregaron reconocimientos a más de 100 mujeres y hombres Servidores de la Nación que durante 2025 caminaron comunidades golpeadas por fenómenos naturales. No fue un acto protocolario: fue un gesto de gratitud hacia quienes, bajo el sol o la lluvia, sostuvieron la mano de la población cuando más lo necesitaba.
El mensaje tuvo un peso particular porque vino de alguien que viene del pueblo y conoce las carencias desde dentro. Reyes Rodríguez no habló desde la distancia del escritorio, sino desde la experiencia de quien sabe lo que significa tocar puertas, escuchar necesidades reales y responder con sensibilidad. Esa condición explica por qué su trabajo se percibe como una Presencia que transforma, cercana y consciente de la realidad social.
Cada recorrido, cada jornada y cada palabra de aliento —se dijo— permitió que el Estado llegara con respeto y dignidad a los hogares afectados. Es la política social entendida no como discurso, sino como acompañamiento permanente.
En ese mismo contexto, y en el marco del Día Internacional del Migrante, el Gobierno de México que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo informó que mediante la estrategia “México te abraza”, del 20 de enero al 17 de diciembre se han realizado 145 mil 537 repatriaciones y se han otorgado 846 mil servicios a connacionales, algunos de ellos en esta franja fronteriza. Las cifras cobran sentido cuando se traducen en atención médica, orientación, apoyo económico y trato humano.
La jornada cerró con un reconocimiento implícito: cuando quienes gobiernan conocen la realidad porque la han vivido, la política deja de ser lejana.


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