Por: 𝒢𝒶𝓈𝓉𝒶𝓃𝒹𝑜 𝒯𝒾𝓃𝓉𝒶
Hay momentos del año que invitan a detener el ruido y mirar al otro. Fechas donde compartir deja de ser una consigna y se transforma en una necesidad humana. En Ciudad Victoria, una de esas postales se escribió lejos de los discursos y cerca de la gente.
A las afueras del Hospital Infantil, no hubo templetes ni protagonismos. Hubo manos organizadas. El ingeniero Aranda, secretario general del Sindicato del Instituto Tecnológico de Ciudad Victoria, junto con Diego Pacheco, presidente de la Sociedad de Alumnos del Instituto Tecnológico (CESA), encabezaron una jornada que sumó también a líderes sociales como el licenciado Emmanuel Zamora y Samuel Campillo. La meta fue sencilla y profunda: acompañar.
Más de 500 platillos de comida y 300 juguetes encontraron destino en familias que atraviesan días complejos. No se trató solo de entregar, sino de estar. De entender que la solidaridad no siempre necesita reflectores, pero sí organización y voluntad.
Este tipo de acciones revelan algo importante: las formas de agruparse están cambiando. Desde el Tecnológico de Victoria comienza a gestarse una corriente que entiende al sindicato y a la representación social no como estructuras cerradas, sino como puentes. Puentes entre trabajadores, estudiantes y comunidad.
En tiempos donde la prisa y la confrontación parecen dominarlo todo, estos gestos recuerdan que también se puede construir desde la empatía. Que sumar no es perder identidad, sino ampliarla. Y que cuando las organizaciones se acercan a la gente, se fortalecen por dentro.
Tal vez ahí esté la clave de las nuevas formas de generar cambios: menos palabras, más presencia; menos promesas, más acciones. Porque al final, lo que permanece no es quién habló más fuerte, sino quién estuvo cuando hacía falta.


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